Patafísica

Náyade, Ustds (Ustedes) y luego Patafísca… Puede que nuestro fuerte no haya sido poner nombres al grupo. Una vez por un problema de registro y otra por un cambio de estilo y de influencias llegamos a convertirnos en Patafísica o en Óscar Rocío y la Patafísica porque nos conocimos muy muy jóvenes y a medida que uno crece, que no necesariamente madura, los compromisos y las responsabilidades no siempre dejan estar siempre y la compañía varía. Pero Sabina decía que todos los grupos están formados por un cantautor y tres o cuatro músicos menos los Beattles que eran dos cantautores y dos músicos. En nuestro caso son tres o cuatro músicos con un cantautor o con un escritor de canciones mejor dicho. Tres de ellos tan inseparables desde el primer día que dijeron “vamos a montar un grupo” y uno dijo “yo tengo unos bongós en casa” “¡Contratado!”. Luego vino estudiar percusión, batería, guitarra, incorporar a alguien que tuviera pasta para comprarse un contrabajo y luego estudiar contrabajo y bajo eléctrico. Corría el año 97 o 98 y ya el modus opernadi era hacer caso a los impulsos. Vimos una maravilla de concierto y decidimos queda debía ser la formación y el estilo. El 10 de agosto de 2001 subimos al escenario de la casa de la cultura Rómulo Betancourt de la Villa Arriba de La Orotava cuatro menores de edad y uno de permiso en la mili con muchísima mas confianza que vergüenza, después de haber empapelado el pueblo con carteles hechos en el word y fotocopiados en blanco y negro, con un puñado de canciones propias y abarrotamos. Nos pillaron los estertores de una época maravillosa para la música en vivo y supimos aprovecharla. La burbuja del ladrillo expiaba sus pecados montando escenarios en todas las fiestas de barrio y contratando grupos desconocidos sin referencia alguna. Y nos pagaban sin factura, y nos daban dinero para grabar maquetas y sacamos oro de todo aquello. Tocamos mucho, cambiamos de formación de vez en cuando con los (pilares siempre fijos) y llegamos a compartir escenario con artistas que siempre habían sido referentes y de las que supimos aprender montón de cosas. Habíamos compartido cartel y teloneado a Albert Pla, Habana Abierta, Arístides Moreno, Luis Pastor, Altraste, La Cabra Mecánica… le dimos la vuelta a Tenerife y a Gran Canaria, el hermanamiento La Orotava-Ponteareas nos llevó a Galicia y llegamos a considerar que habíamos triunfado en esto porque tocábamos mucho y nos iba a ver gente siempre. No podíamos pedir más. Pero la vida nos lo dio. Nos enteramos que venía a tocar Juan Perro a la isla y Dorada organizaba un concurso de teloneros. Por primera vez nos presentamos a un concurso. Prometimos a nuestros votantes que les regalaríamos un paquete de Gusanitos de Risi y ganamos. Risi se enteró y nos regaló los Gusanitos (esto es verdad), nos gustaba tocar, lo pasábamos bien pero el tiempo pasaba y nos fue diciendo que era hora de madurar y de dejar de esquivar las responsabilidades y de adquirir otras por convencionalismo social y todo eso. Entonces decidimos, en 2011, en la agonía de la industria musical, grabar un disco. Hasta ahora nos funcionaba lo del impulso así que era una manera de dejar constancia de una época maravillosa de música y amigos y, por qué no, vivir el sueño musical canario de que un productor nos oyera y nos resolviera la vida. La dos eran jugadas ganadoras pero de verdad grabamos aquello imaginando la segunda opción, esa microscópica posibilidad entre la infinita masa de circunstancias en contra. Algo falló, o no. Con el disco grabado ya no había mucho sitio para tocar, nos podíamos ver muy poco. Aparcamos el proyecto. No nos ocupaba espacio y no nos molestaba el lastre y se fue bajando el volumen. Aun así nos seguían llamando de vez en cuando y aceptábamos. A veces a duo, a veces a trío, a veces uno solo. Llegamos a tocar en la última edición prepandémica de Peñon Rock junto a Amistades Peligrosas, Complices, Los Inhumanos y Tequila, como representado a las viejas glorias locales… Y nos recordaban lo que para nosotros fueron los días de gloria, porque realmente los vivimos así, y nos pedían el disco, nos recordaban canciones y conciertos que nunca imaginamos que nadie pudiera recordar. A la gente que nos oía les seguía gustando lo que hacíamos. Tuvo que venir la pandemia con todas sus restricciones para despertarnos de nuevo las ganas de tocar en vivo, de meternos en un local sin ventilación durante horas pegando gritos y sudando (eso es un ensayo, y otras cosas pero nos referimos a un ensayo) y desempolvar el disco duro donde guardábamos el proyecto. Tenemos la base inalterable: Fran Rocío (batería), Leo Rodriguez (percusión y coros) y Óscar Rocío(guitarra y voz). Tenemos a Edu García (guitarra eléctrica y teclados) que se ha unido al proyecto al igual que Guillermo Chávez (bajo) y Alejandro Lorenzo (teclados). Tenemos cerca a los que no están porque no están no porque no quieran. Tenemos temas nuevos que están empujando para entrar en la mochila, menos tiempo que nunca y fatiga pandémica.