MANIFIESTO – AZUL FERREIRA
Hay artistas que cantan.
Y hay otros, como Azul Ferreira, que cantan para sobrevivir.
Azul no interpreta canciones. Vive en ellas. Cada una es una estancia distinta de su mente, una habitación donde se
entrecruzan la fragilidad, la lucidez, la memoria, el deseo, la culpa, el miedo y la esperanza. Un lugar donde quedarse si
uno tiene el valor de mirar hacia dentro.
Fue Galicia —con su lluvia, su verde húmedo, su cielo cambiante— quien cinceló su sensibilidad. Y fue el mar, con su
belleza indomable, quien le dio el lenguaje. Azul no solo es su nombre: es el territorio emocional donde se mueve.
Profunda, real, introspectiva, valiente, vulnerable, fuerte.
Así es Azul Ferreira. Así suena.
Desde su pequeño estudio en casa, con su voz, su guitarra y un ordenador, compone como quien escribe un diario en la
madrugada: sin pensar en lo que debe decir, solo en lo que necesita soltar.
A veces en inglés, cuando el pudor se impone.
A veces en español, cuando las palabras pesan demasiado.
Siempre con la verdad por delante.
Su sonido es el de un susurro que se vuelve marea. Una mezcla de pop acústico, folk y electrónica ambiental que respira,
que tiembla, que arrulla. No es ruido. No es pose. No es moda.
Es un pez que nada a contracorriente en un mundo que parece ir hacia otro lado.
A finales de 2025 verá la luz su primer álbum: un proyecto conceptual donde cada canción es un azul distinto. No solo
una canción, no solo una emoción. Cada tema es una tonalidad del alma. Un estado. Un cuadro. Una herida. Una
profundidad. Lo iremos descubriendo poco a poco, como quien se adentra en una casa nueva y va encendiendo las luces,
habitación por habitación.
Un viaje interior a través de doce estancias emocionales, cada una iluminada por un azul distinto.
No hay dos azules iguales, como no hay dos heridas iguales.
Cada canción es una habitación. Cada azul, un estado del alma.
Ahora mismo, Azul Ferreira es un secreto.
Un secreto que se irá revelando poco a poco, azul a azul.
Y quien escuche con atención, saldrá tocado.
Enamorado de su voz —única, íntima, inolvidable—,
y de esa luz cálida que permanece, incluso cuando todo lo demás se apaga.
Como escribió Yves Klein:
“Al principio no hay nada.
Luego hay un profundo vacío.
Y después de eso... una profundidad azul.”
Esa es también la travesía de Azul: del vacío al sonido, de la herida al gesto, de la sombra a la luz azul.
Azul Ferreira no quiere ser un producto.
Quiere ser un lugar.
Un lugar donde quien escuche sienta que puede quedarse.
Donde el dolor no asuste.
Donde el silencio también diga algo.
Donde, si te dejas, te puedan abrazar.
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